El mundo se abre a una época marcada por las amenazas de un proceso de globalización despiadado y discriminador. Nos han convencido de que este nuevo orden, impulsado por los avances científicos y las necesidades de mercado, resulta tan necesario como irreversible. No se tienen en cuenta sus desastrosos excesos ni las tecnologías alternativas que permitirían explorar otras formas de organización. En esas condiciones es fácil ser pesimista.\Viendo cómo los estados y las instituciones políticas compiten en pleitesía ante las fuerzas que los acorralan , es fácil ser pesimista.\Cuando tanto intelectual perplejo declina su responsabilidad de denunciar los argumentos con los que ahora se pretende encubrir los viejos sistemas de explotación, es fácil ser pesimista.\Sin organizaciones sindicales que defiendan la dignidad de nuestro porvenir laboral, sin alternativa al caos medioambiental, sin recursos para combatir la miseria del planeta, sin posibilidades de frenar los nacionalismos erigidos en sectas, es fácil ser pesimista.\Pero basta leer a John Zerzan para comprobar que el pensamiento sigue siendo la mejor arma contra el poder. Sus ideas han hecho que ciudadanos de todo el mundo marchen juntos en Seattle, Gotemburgo o Genova, pero la clarificación de tan formidable movimiento exige debates en profundidad como el que plantea Gustavo Bueno en este libro. En cualquier caso Zerzan hace que resurjan las esperanzas de poder conjugar un nuevo tiempo, el futuro de primitivo.