En este libro, la autora trata de vincular al niño con el mundo exterior, a través de los sentidos, con límite de espacio y de tiempo, abarcando a la Naturaleza como un todo donde el Hombre es parte de ella. Invita a los chicos a pensar, a buscar la verdad que logra descubrir usando la inteligencia al mismo tiempo que asigna al espíritu los valores morales imprescindibles de la convivencia social y de la competencia leal, desde la alegría del jugar. Se enseña que no importa ganar en un juego, sino competir sanamente disfrutando todos. Importa llegar a la verdad, a la adquisición de la fuerza del pensamiento, a la toma de decisiones propias y al trabajo colectivo. Además, une a padres e hijos, a educadores y alumnos, forma grupos humanos y afectos limpios en una búsqueda conjunta del verdadero conocimiento, despertando el sentimiento de la belleza, facilitando la expresión corporal de las ideas y de las conclusiones. Pero, por sobre todas las cosas, este pequeño gran libro trasunta amor a la niñez, a la docencia y a la naturaleza. Y esto, en una época tan materialista como la que vivimos, es mucho decir y dará a quien lo lea para jugarlo, la esperanza de un futuro mejor.

Construcción del mundo a través del arte, el juego y la ciencia