Las luciérnagas son una maravilla de la naturaleza. La luz tenue que desprenden es la única señal de su presencia. Asimismo, la fotografía en manos de Luis Prieto fue una oportunidad para los seres de dudosa realidad que retrató durante décadas. Invisible, el fotógrafo iba y venía sin que nada lo revelara. Ni siquiera más tarde, en el momento en que los autores suelen bautizar sus creaciones, Prieto quiso alterar sus fotografías con un nombre. Seguramente confiaba –y con razón– en que las expresiones y gestos que había capturado constituían elementos suficientes para articular un lenguaje.\Nieto del escritor Jenaro Prieto, Luis Prieto Balmaceda abandona la Academia de Bellas Artes, donde se había inscrito, para viajar a Nueva York atraído por el revuelo del pop art. Regresa a Santiago en 1968 y en 1971 consigue su primera exposición individual en el Museo de Bellas Artes. Nemesio Antúnez, que oficiaba de presentador, dijo sobre el evento: “Luis Prieto salió de la cámara oscura y nos está mostrando la realidad, la que el artista ve donde otros solo miran sin ver”. Y es que la fauna a la que el joven artista quería otorgar certificado de existencia no había entrado todavía en la cultura oficial chilena. Travestis, pordioseros, niños pobres y gitanos ingresan con la exposición de 1971 al imaginario fotográfico nacional y se quedan para siempre, aunque sus pequeñas vidas grises no volverían a estar tan lejos de la estridencia como cuando las iluminó la Hasselblad 6x6 de Luis Prieto.