Estamos perdiendo contacto con la verdad histórica. Esta padece un asalto múltiple, que afecta, por de pronto, la conciencia del ciudadano común. El cine, por ejemplo, propende a dar una versión "conspirativa" de la historia y así altera los sucesos históricos y el conocimiento que de ellos se tenga. Las novelas tipo best-seller (y también las otras) se mueven en territorio fronterizo entre ficción y realidad y no siempre colaboran a un acercamiento riguroso a la verdad histórica. Por otra parte, críticos influyentes, que provienen de diversas "ciencias humanas", propenden a disolver los hechos en juegos de significados y el conocimiento en una confrontación de textos opuestos los unos a los otros. Los poderosos, en tanto, prefieren las afirmaciones categóricas, muchas veces reduccionistas y simplificadoras, a la información cuidada y rigurosa. Este libro, producto de la colaboración de tres historiadoras de primera línea, enfrenta las diversas críticas que han fragmentado la autoridad del conocimiento histórico. Reconoce una dosis de legitimidad a la crítica, pero responde de manera equilibrada, sin renunciar al arduo trabajo con los archivos y las fuentes. Aunque el conocimiento histórico sea un objetivo elusivo, el esfuerzo por aproximarse a él es legítimo, vale la pena y se gobierna por normas precisas con las que todo historiador serio está de acuerdo. La historia puede y debe dar razón de sus afirmaciones acerca del pasado.