El premio a una escritura que tuvo sus inicios en la década de 1980, nos hace evocar los recorridos y derroteros de la poesía en años en que su práctica ha sido signo y seña de cómo la pasión por la escritura y la poesía excede lugares previamente asignados, para transformarse en necesidad y sobrevivencia; tiempos que representan la potencia de la relación estética y política ante la miseria del oscurantismo, manifiesto en el pragmatismo y la banalidad de las alianzas del totalitarismo y el capitalismo.\\Berenguer escribe las experiencias de la historia reciente, sus ruinas y levantamientos; los cuerpos y hablas descarriados y bastardos que pululan los territorios y localidades de la ciudad (pos) moderna que se yergue sobre la ruina de lo que no alcanzó a tener lugar, siempre develando las imposturas del poder, jugando con la paradoja: lo nuevo y lo viejo, lo heredado y lo usurpado.\\Entre la ambigüedad del reconocimiento y la marca de su diferencia, su gesto poético traduce una posición estética que la ha transformado en inevitable referente para los jóvenes poetas que encuentran en su escritura una identificación plural, válida y vigente en su insistencia.