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Callejuelas, estaciones y burdeles : los nuevos espacios de transgresión en la Araucanía, 1880-1900 / Leonardo León.

By: Material type: ArticleArticleSubject(s): Online resources: In: Revista de historia social y de las mentalidadesSummary: La ocupación chilena de la Araucanía marcó el inició de un proceso de transformación del espacio público que, de modo paulatino, comenzó a llenarse de barriadas, burdeles y pulperías que servían de albergue a los nuevos tipos fronterizos. Lo que hasta allí habían sido plácidas campiñas, interrumpidas por pequeñas villas o incipientes ciudades, se convirtieron en arrabales inmundos y bulliciosos, que como un anillo de miseria y pobreza estrangulaban las poblaciones que fundaba por doquier el Estado. El trigo, las máquinas a vapor, el alumbrado público, los tranvías, las alambradas, puentes y caminos, fueron los signos más evidentes de los cambios que experimentaba la región; las fachadas de las mansiones urbanas y la figura imponente de los molinos, sumados a los solemnes edificios públicos, reforzaban desde el punto de vista arquitectónico, la monumentalidad que podía surgir cuando la riqueza colectiva se concentraba en pocas manos. Sin embargo, junto a estos expresivos símbolos urbanos, brotaban también los barrios populares, con sus lacras de miseria, hacinamiento e insalubridad, como testimonios de la transición que experimentaba la sociedad de la época, entrampada entre la modernidad y el arcaísmo. Ese fue el mundo que encontraron los mapuches cuando se atrevieron a dejar sus aisladas reducciones y emprendieron el camino hacia las ciudades para comenzar una nueva fase en su larga historia de guerras, de relaciones pacíficas y de adaptaciones frente a las nuevas dificultades que les imponía la vida.Summary: La ocupación chilena de la Araucanía marcó el inició de un proceso de transformación del espacio público que, de modo paulatino, comenzó a llenarse de barriadas, burdeles y pulperías que servían de albergue a los nuevos tipos fronterizos. Lo que hasta allí habían sido plácidas campiñas, interrumpidas por pequeñas villas o incipientes ciudades, se convirtieron en arrabales inmundos y bulliciosos, que como un anillo de miseria y pobreza estrangulaban las poblaciones que fundaba por doquier el Estado. El trigo, las máquinas a vapor, el alumbrado público, los tranvías, las alambradas, puentes y caminos, fueron los signos más evidentes de los cambios que experimentaba la región; las fachadas de las mansiones urbanas y la figura imponente de los molinos, sumados a los solemnes edificios públicos, reforzaban desde el punto de vista arquitectónico, la monumentalidad que podía surgir cuando la riqueza colectiva se concentraba en pocas manos. Sin embargo, junto a estos expresivos símbolos urbanos, brotaban también los barrios populares, con sus lacras de miseria, hacinamiento e insalubridad, como testimonios de la transición que experimentaba la sociedad de la época, entrampada entre la modernidad y el arcaísmo. Ese fue el mundo que encontraron los mapuches cuando se atrevieron a dejar sus aisladas reducciones y emprendieron el camino hacia las ciudades para comenzar una nueva fase en su larga historia de guerras, de relaciones pacíficas y de adaptaciones frente a las nuevas dificultades que les imponía la vida.Summary: La ocupaciÛn chilena de la AraucanÌa marcÛ el iniciÛ de un proceso de transformaciÛn del espacio público que, de modo paulatino, comenzÛ a llenarse de barriadas, burdeles y pulperÌas que servÌan de albergue a los nuevos tipos fronterizos. Lo que hasta allÌ habÌan sido pl·cidas campiÒas, interrumpidas por pequeÒas villas o incipientes ciudades, se convirtieron en arrabales inmundos y bulliciosos, que como un anillo de miseria y pobreza estrangulaban las poblaciones que fundaba por doquier el Estado. El trigo, las m·quinas a vapor, el alumbrado público, los tranvÌas, las alambradas, puentes y caminos, fueron los signos m·s evidentes de los cambios que experimentaba la regiÛn; las fachadas de las mansiones urbanas y la figura imponente de los molinos, sumados a los solemnes edificios públicos, reforzaban desde el punto de vista arquitectÛnico, la monumentalidad que podÌa surgir cuando la riqueza colectiva se concentraba en pocas manos. Sin embargo, junto a estos expresivos sÌmbolos urbanos, brotaban tambiÈn los barrios populares, con sus lacras de miseria, hacinamiento e insalubridad, como testimonios de la transiciÛn que experimentaba la sociedad de la Època, entrampada entre la modernidad y el arcaÌsmo. Ese fue el mundo que encontraron los mapuches cuando se atrevieron a dejar sus aisladas reducciones y emprendieron el camino hacia las ciudades para comenzar una nueva fase en su larga historia de guerras, de relaciones pacÌficas y de adaptaciones frente a las nuevas dificultades que les imponÌa la vida.
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Analítica de revista Biblioteca Central Colección General General HIST. INDIG.-06/02 (Browse shelf(Opens below)) 1 Available FICTICIO3885

En: Revista de Historia Indígena, 2002, no.6, p.65-96.ISSN: 0717-158\Modo de acceso: Internet --(Página web visitada el 23 de noviembre de 2004)

En: Revista de Historia Indígena, 2002, no.6, p.65-96.ISSN: 0717-158\Modo de acceso: Internet --(Página web visitada el 23 de noviembre de 2004)

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La ocupación chilena de la Araucanía marcó el inició de un proceso de transformación del espacio público que, de modo paulatino, comenzó a llenarse de barriadas, burdeles y pulperías que servían de albergue a los nuevos tipos fronterizos. Lo que hasta allí habían sido plácidas campiñas, interrumpidas por pequeñas villas o incipientes ciudades, se convirtieron en arrabales inmundos y bulliciosos, que como un anillo de miseria y pobreza estrangulaban las poblaciones que fundaba por doquier el Estado. El trigo, las máquinas a vapor, el alumbrado público, los tranvías, las alambradas, puentes y caminos, fueron los signos más evidentes de los cambios que experimentaba la región; las fachadas de las mansiones urbanas y la figura imponente de los molinos, sumados a los solemnes edificios públicos, reforzaban desde el punto de vista arquitectónico, la monumentalidad que podía surgir cuando la riqueza colectiva se concentraba en pocas manos. Sin embargo, junto a estos expresivos símbolos urbanos, brotaban también los barrios populares, con sus lacras de miseria, hacinamiento e insalubridad, como testimonios de la transición que experimentaba la sociedad de la época, entrampada entre la modernidad y el arcaísmo. Ese fue el mundo que encontraron los mapuches cuando se atrevieron a dejar sus aisladas reducciones y emprendieron el camino hacia las ciudades para comenzar una nueva fase en su larga historia de guerras, de relaciones pacíficas y de adaptaciones frente a las nuevas dificultades que les imponía la vida.

La ocupación chilena de la Araucanía marcó el inició de un proceso de transformación del espacio público que, de modo paulatino, comenzó a llenarse de barriadas, burdeles y pulperías que servían de albergue a los nuevos tipos fronterizos. Lo que hasta allí habían sido plácidas campiñas, interrumpidas por pequeñas villas o incipientes ciudades, se convirtieron en arrabales inmundos y bulliciosos, que como un anillo de miseria y pobreza estrangulaban las poblaciones que fundaba por doquier el Estado. El trigo, las máquinas a vapor, el alumbrado público, los tranvías, las alambradas, puentes y caminos, fueron los signos más evidentes de los cambios que experimentaba la región; las fachadas de las mansiones urbanas y la figura imponente de los molinos, sumados a los solemnes edificios públicos, reforzaban desde el punto de vista arquitectónico, la monumentalidad que podía surgir cuando la riqueza colectiva se concentraba en pocas manos. Sin embargo, junto a estos expresivos símbolos urbanos, brotaban también los barrios populares, con sus lacras de miseria, hacinamiento e insalubridad, como testimonios de la transición que experimentaba la sociedad de la época, entrampada entre la modernidad y el arcaísmo. Ese fue el mundo que encontraron los mapuches cuando se atrevieron a dejar sus aisladas reducciones y emprendieron el camino hacia las ciudades para comenzar una nueva fase en su larga historia de guerras, de relaciones pacíficas y de adaptaciones frente a las nuevas dificultades que les imponía la vida.

La ocupaciÛn chilena de la AraucanÌa marcÛ el iniciÛ de un proceso de transformaciÛn del espacio público que, de modo paulatino, comenzÛ a llenarse de barriadas, burdeles y pulperÌas que servÌan de albergue a los nuevos tipos fronterizos. Lo que hasta allÌ habÌan sido pl·cidas campiÒas, interrumpidas por pequeÒas villas o incipientes ciudades, se convirtieron en arrabales inmundos y bulliciosos, que como un anillo de miseria y pobreza estrangulaban las poblaciones que fundaba por doquier el Estado. El trigo, las m·quinas a vapor, el alumbrado público, los tranvÌas, las alambradas, puentes y caminos, fueron los signos m·s evidentes de los cambios que experimentaba la regiÛn; las fachadas de las mansiones urbanas y la figura imponente de los molinos, sumados a los solemnes edificios públicos, reforzaban desde el punto de vista arquitectÛnico, la monumentalidad que podÌa surgir cuando la riqueza colectiva se concentraba en pocas manos. Sin embargo, junto a estos expresivos sÌmbolos urbanos, brotaban tambiÈn los barrios populares, con sus lacras de miseria, hacinamiento e insalubridad, como testimonios de la transiciÛn que experimentaba la sociedad de la Època, entrampada entre la modernidad y el arcaÌsmo. Ese fue el mundo que encontraron los mapuches cuando se atrevieron a dejar sus aisladas reducciones y emprendieron el camino hacia las ciudades para comenzar una nueva fase en su larga historia de guerras, de relaciones pacÌficas y de adaptaciones frente a las nuevas dificultades que les imponÌa la vida.

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