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Pecar como Dios manda : Historia sexual de los chilenos, desde los orígenes hasta la colonia / Jaime Collyer con la colaboración de Federico Andahazi.

By: Material type: TextTextPublication details: Catalonia Santiago, Chile 2010Description: 247 pISBN:
  • 9789563240658
Subject(s): DDC classification:
  • 306.70983 C715 21
Contents:
La sexualidad en los confines de la tierra -- El sexo y la historia -- La sensualidad del Nuevo Mundo -- Tribus diversas en un territorio inestable -- Huacos eróticos entre los ancestros peruanos -- La pachamama saca ventaja -- Frenesí al centro del Pacífico -- Selk'nam y fueguinos entre los hielos. Cuerpos que hablan desde la periferia. Preservativos de crin para las fiestas mapuches -- Las mujeres casadas lo pasan mal -- Los machis-hueyes en su ambigüedad -- |g Españoles en busca del paraíso -- Colón entre bastidores -- El paraíso es un pezón -- El sexo aborrecido. La confesión y otros procedimientos -- Santidad autoflagelante -- Solo del pecado hablará su Dios -- |g La guerra en el trasfondo -- El adelantado Almagro estragado por la sífilis -- Pedro de Valdivia viaja con su amante -- Glamour y crueldad -- Fin del romance -- La épica subrepticia de Ercilla -- Lautaro exige vírgenes españolas -- Guerra y mestizaje -- Cautivas y esclavas como botín -- El mestizo Alejo muere a manos de sus esposas -- Un militar acogido por los indígenas -- Sexo y travestismo: la monja Alfâerez -- |g El sexo en la colonia -- La sexualidad "fronteriza" -- La Quintrala en su laberinto -- El inquisidor castrado -- El poder y el sexo -- Monjas con "manga ancha" -- Las pulperías funcionan hasta tarde -- La Casa de recogidas para las de mala vida -- Los cuernos de Toesca -- Las seänoras se lucen ante los visitantes.
Summary: No es posible conocer la esencia de un pueblo si se ignora la historia de su sexualidad. En los comienzos de Chile, un sinfín de pueblos originarios disfrutaba del sexo a su manera, sin mucho apego a las nociones pecaminosas traídas luego por los europeos. Los mapuches, que eran originariamente polígamos, no entendían mucho la obsesión hispánica con la monogamia. Las crónicas de la guerra en Arauco, por ejemplo, refieren el caso de un indio que, en un diálogo improvisado con un soldado cristiano, se muere de la risa al saber que el rey de España tenía una única esposa. La etnia rapanui celebraba la creación del mundo en sus danzas evocadoras del encuentro íntimo y los aymaras imaginaban que una montaña cercana, cuando perdía la nieve, estaba excitada con algún cerro vecino.\Así hasta que arribó el europeo con su prédica condenatoria de la lascivia entre esas gentes “bárbaras”. Un somero repaso de sus protagonistas enfundados en sus yelmos y sus hábitos revela, con todo, que ellos eran bastante más licenciosos que lo que la historia oficial deja entrever. Partiendo por el mismísimo Pedro de Valdivia, el conquistador del territorio, que se vino del Perú con la muy cautivadora Inés de Suárez, su amante disfrazada de criada, y se “amacenbó” con ella junto al Mapocho, dando origen a un jolgorio colectivo que habría de subsistir durante la Colonia, motivando toques de queda tempranos en la capital del reino y denuncias persistentes de las autoridades, casi siempre de la boca para afuera.\Aunque, a contar de entonces, la sexualidad se vivía en Chile aureolada de secretismo, es y ha sido, desde esos orígenes precolombinos, una práctica teñida de espontaneidad, marcada a la par por curiosas estridencias, como pueden ser el caso de la Quintrala, nuestra versión local del Marqués de Sade, o de Manuelita Rebolledo, la chica que hizo del arquitecto Toesca el cornudo más renombrado dentro de la escena colonial. Prácticas en que se entreveraban el placer y la culpa, el juego y el temor en partes iguales. En un doble discurso digno de explorar en su faceta dual, paradójica, para llegar a un cuadro revelador y más preciso de la sexualidad al estilo chileno, de sus razones profundas y las desvergüenzas atesoradas por sus cultores.\Tras una exhaustiva investigación, con un notable apoyo documental, Jaime Collyer inicia con este primer tomo una inédita , entretenida y lúcida crónica de lo que ha sido la sexualidad de los chilenos, desde los orígenes hasta los albores de la Independencia.
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Libro Biblioteca Central Colección General General 306.70983 COL (Browse shelf(Opens below)) 1 Available 1400443
Libro Biblioteca Central Colección General General 306.70983 COL (Browse shelf(Opens below)) 2 Available 1400444

No es posible conocer la esencia de un pueblo si se ignora la historia de su sexualidad. En los comienzos de Chile, un sinfín de comunidades originarias disfrutaba del sexo sin sujeción a las nociones pecaminosas aportadas luego por los europeos. Los mapuches no entendían mucho la obsesión hispánica con la monogamia y las crónicas refieren el caso de un indio que, en un diálogo con un soldado cristiano, se muere de la risa al saber que el rey de España tenía una única esposa. La etnia rapanui celebraba en sus danzas desbordantes de erotismo la creación del mundo, y los aymaras imaginaban que una montaña del entorno, cuando se quedaba sin nieve, estaba excitada a causa de algún cerro vecino." -- Contracubierta.

La sexualidad en los confines de la tierra -- El sexo y la historia -- La sensualidad del Nuevo Mundo -- Tribus diversas en un territorio inestable -- Huacos eróticos entre los ancestros peruanos -- La pachamama saca ventaja -- Frenesí al centro del Pacífico -- Selk'nam y fueguinos entre los hielos. Cuerpos que hablan desde la periferia. Preservativos de crin para las fiestas mapuches -- Las mujeres casadas lo pasan mal -- Los machis-hueyes en su ambigüedad -- |g Españoles en busca del paraíso -- Colón entre bastidores -- El paraíso es un pezón -- El sexo aborrecido. La confesión y otros procedimientos -- Santidad autoflagelante -- Solo del pecado hablará su Dios -- |g La guerra en el trasfondo -- El adelantado Almagro estragado por la sífilis -- Pedro de Valdivia viaja con su amante -- Glamour y crueldad -- Fin del romance -- La épica subrepticia de Ercilla -- Lautaro exige vírgenes españolas -- Guerra y mestizaje -- Cautivas y esclavas como botín -- El mestizo Alejo muere a manos de sus esposas -- Un militar acogido por los indígenas -- Sexo y travestismo: la monja Alfâerez -- |g El sexo en la colonia -- La sexualidad "fronteriza" -- La Quintrala en su laberinto -- El inquisidor castrado -- El poder y el sexo -- Monjas con "manga ancha" -- Las pulperías funcionan hasta tarde -- La Casa de recogidas para las de mala vida -- Los cuernos de Toesca -- Las seänoras se lucen ante los visitantes.

No es posible conocer la esencia de un pueblo si se ignora la historia de su sexualidad. En los comienzos de Chile, un sinfín de pueblos originarios disfrutaba del sexo a su manera, sin mucho apego a las nociones pecaminosas traídas luego por los europeos. Los mapuches, que eran originariamente polígamos, no entendían mucho la obsesión hispánica con la monogamia. Las crónicas de la guerra en Arauco, por ejemplo, refieren el caso de un indio que, en un diálogo improvisado con un soldado cristiano, se muere de la risa al saber que el rey de España tenía una única esposa. La etnia rapanui celebraba la creación del mundo en sus danzas evocadoras del encuentro íntimo y los aymaras imaginaban que una montaña cercana, cuando perdía la nieve, estaba excitada con algún cerro vecino.\Así hasta que arribó el europeo con su prédica condenatoria de la lascivia entre esas gentes “bárbaras”. Un somero repaso de sus protagonistas enfundados en sus yelmos y sus hábitos revela, con todo, que ellos eran bastante más licenciosos que lo que la historia oficial deja entrever. Partiendo por el mismísimo Pedro de Valdivia, el conquistador del territorio, que se vino del Perú con la muy cautivadora Inés de Suárez, su amante disfrazada de criada, y se “amacenbó” con ella junto al Mapocho, dando origen a un jolgorio colectivo que habría de subsistir durante la Colonia, motivando toques de queda tempranos en la capital del reino y denuncias persistentes de las autoridades, casi siempre de la boca para afuera.\Aunque, a contar de entonces, la sexualidad se vivía en Chile aureolada de secretismo, es y ha sido, desde esos orígenes precolombinos, una práctica teñida de espontaneidad, marcada a la par por curiosas estridencias, como pueden ser el caso de la Quintrala, nuestra versión local del Marqués de Sade, o de Manuelita Rebolledo, la chica que hizo del arquitecto Toesca el cornudo más renombrado dentro de la escena colonial. Prácticas en que se entreveraban el placer y la culpa, el juego y el temor en partes iguales. En un doble discurso digno de explorar en su faceta dual, paradójica, para llegar a un cuadro revelador y más preciso de la sexualidad al estilo chileno, de sus razones profundas y las desvergüenzas atesoradas por sus cultores.\Tras una exhaustiva investigación, con un notable apoyo documental, Jaime Collyer inicia con este primer tomo una inédita , entretenida y lúcida crónica de lo que ha sido la sexualidad de los chilenos, desde los orígenes hasta los albores de la Independencia.

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