Distinto del acto artístico, científico y discursivo, el acto estético tiene un lugar esencial en la creación, pero también en el conocimiento y en el diálogo. El acto estético poetiza el mundo, lo musicaliza, hace de él un jardín, una coreografía y vuelve a darle forma. En definitiva, salvaguarda el mundo, crea un vínculo sustancial entre los hombres y permite escapar a la doble trampa del narcisismo y la melancolía.\“Hay que dirigir la atención a la singularidad sensible y dejarse llenar por ella”, escribe Baldine Saint Girons. Solo así, señala, el sujeto se abre a lo que lo disocia y se desprende no solamente del exterior, sino también de lo más profundo de sí mismo para exponerse a la alteridad. Concebido de esta manera, “el acto estético nos educa para el otro, nos brinda una imaginación que no habríamos tenido sin él y nos civiliza en profundidad”. En otras palabras, compone una ética. Por eso desarrollar la práctica del acto estético consiste en ponerse al margen del discurso dominante de la rentabilidad y “mostrar que la racionalidad económica no es simplemente la racionalidad toda entera”.\La teoría filosófica de Saint Girons muestra que el arte es una instancia de sentido y provisión del quehacer político, que todos somos actores estéticos que afrontamos el desafío de la alteridad y debemos reconocer que la “racionalidad estética” forma el cimiento sublime de la civilización. Saint Girons explica qué significa, dónde se sitúa y a qué se enfrenta cada uno de los elementos de su teoría, lo que hace de El acto estético una provocación.