A un año de la catástrofe, el 12% de la población afectada sufre de estrés postraumático, sintomatología que alcanza un 14,8% en las mujeres y un 6,4% en los hombres. Esta cifra, entregada por la última Encuesta Post Terremoto de Mideplan, reafirma la tesis investigada para esta publicación de ComunidadMujer “Terremoto después del terremoto” (Uqbar Editores) de los autores Paula Serrano, Borja Castro, Valeria Ortiz y Margarita Serrano.\Después del terremoto, un grupo de psicólogos de la Fundación Albergue, en conjunto con ComunidadMujer, se puso en marcha para levantar el programa “Hablar te Ayuda” como una iniciativa que buscaba prevenir el estrés postraumático. Este proyecto es el punto de partida de este libro, que incluyó giras a la zona afectada y un call center que atendieron psicólogos y voluntarias.\Los especialistas concuerdan en que la primera condición para superar el trauma es abrirlo, lograr hablar de ello. Esta es la base del concepto de la resiliencia de Boris Cirulnik, que inspiró el proyecto “Hablar te Ayuda” y que se presenta en esta publicación.\De esta forma, la instancia que dio origen al libro permitió que los afectados se atrevieran a hablar de su vivencia, a desahogarse con una persona dispuesta a escuchar al otro lado del teléfono. Fue así como durante los meses posteriores al terremoto, se recogieron cientos de impactantes testimonios que ilustran los primeros capítulos.\La experiencia internacional refleja que, frente a una catástrofe de esta magnitud, entre un 10 y un 20% de los afectados queda con estrés postraumático, patología que si no es tratada a tiempo se vuelve una enfermedad crónica. Ante esto, el libro plantea que la salud mental de los chilenos no está preparada para resolver las secuelas psicológicas que dejó el desastre. Sumado a esto, esta sintomatología no está siendo tratada, algo que necesariamente conlleva altos costos para la sociedad y el país.\A través de voces anónimas, “Terremoto después del terremoto” da cuenta del efecto psicológico dejado por la catástrofe que azotó la zona centro sur de Chile, la madrugada del 27 de febrero del 2010. Además, establece una dura crítica a la falta de prevención y de políticas públicas que apunten a la salud mental de los afectados, la que se ha transformado en la gran ausente del proceso de reconstrucción. Único en su tipo, aborda seriamente estos efectos y se transforma en una propuesta para hacer de Chile un país resiliente.